“Habla para que yo te conozca.” (Sócrates)
La palabra escrúpulo proviene del latín y alude a la molestia ocasionada por una piedrecilla metida en el calzado. A modo comparativo, es como una duda que aflige a la conciencia. Quien la desoye y procede incorrectamente es un inescrupuloso porque se beneficia cuando no le corresponde, con poco o nada de remordimientos.
El refranero español atestigua: “Don Escrúpulos murió de hambre.” Este personaje representa a la honradez, escasa o ausente en una sociedad. Lo opuesto es lo inmoral que desgasta las buenas costumbres y trasgrede las leyes.
El escritor británico Oscar Wilde (1854-1900) cree que “en la vida práctica se puede obtener un verdadero éxito sin escrúpulos.” A modo de réplica la albanesa Madre Teresa de Calcuta (1910-1997) razona: “El sufrimiento de unos puede ser provocado por la ambición de otros.”
¿Quién no recuerda a alguien desconsiderado y codicioso? A ese bien le cabe el calificativo de inescrupuloso.